Por primera vez, una gran colección de pintura colonial andina (22 cuadros: 12 lienzos y 10 acuarelas) sale de Bolivia para ser expuesta en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía de Madrid, junto con obras de arte contemporáneo en la exposición Principio Potosí (verano 2010) . La exposición, que estará en el Haus der Kulturen der Welt de Berlín desde el 7 de octubre de 2010 hasta el 2 de enero de 2011, está incluida en un proyecto de gran complejidad, basado en una nueva idea de modernidad que no tiene origen en el racionalismo y en la ilustración, sino en el proceso de expansión y explotación iniciado en el siglo XVI con el descubrimiento de riquezas en estado bruto en territorio colonial. Una colonización que, según los comisarios, todavía no se ha concluido: es imposible pensar la sociedad europea moderna y su sistema económico sin su pasado colonial y los crímenes asociados a ellas, existentes aún hoy. La exposición intenta poner de manifiesto que las condiciones de la producción artística y la función que adopta el arte actual, legitimizan las nuevas élites de la globalización, estableciendo conexiones y paralelismos claros con la función ideológica de la pintura colonial. Para una mejor comprensión del hilo conductor de la exposición partiremos de Potosí.
La ciudad boliviana está situada a casi 4.000 metros de altitud y, según se dice en el siglo XVI, era más grande de Londres y de París y en los días de fiesta sus aceras se cubrían de plata. La ciudad es tristemente famosa por la gran cantidad de personas muertas a causa del trabajo en las minas de plata, metal que se enviaba hacia el puerto de Cádiz. Este proceso inaugura una dinámica decisiva para el desarrollo de la industria europea, de la banca, de las compañías de comercio coloniales y la industria agrícola desencadenando irremediablemente la utilización de las personas como mano de obra.
En el Virreinato del Perú (actualmente Perú y Bolivia) surgieron las influentes escuelas pictóricas de Cuzco y Potosí, dónde se desarrolló un tipo de iconografía híbrida, es decir la reelaboración de motivos religiosos tradicionales con mitos de la cultura local; este tipo de imágenes, como el Cristo tricéfalo, fueron utilizadas por un lado como devoción oficial y por otro como soporte de mensaje de resistencia contra la hegemonía cultural europea.
A los artistas contemporáneos, que vienen de países tan diversos como China, Alemania, España, Rusia, Holanda, Argentina y Bolivia, se les ha pedido que elijan una de estas pinturas coloniales como punto de referencia para realizar una obra específica para la exposisción: las obras contemporáneas dialogan con las obras antiguas en el mismo espacio abstracto. La instalación de la artista boliviana Elvira Espejo, un círculo de hilos de lana dentro del cual se sitúa la pintura colonial la Virgen de Candelaria de Sabaya, que nos habla de la explotación de los trabajadores de las minas de Potosí y de la sustitución de la mano de obra local en la producción de textiles andinos por maquinaria. La Virgen de Candelaria de Sabaya, según una leyenda popular, aparecía dentro de las minas para salvar a los mineros de los accidentes o incluso resucitaba a los muertos. La instalación está compuesta por tejidos hechos a mano por la propia artista, tejedora de profesión, además de poetisa y narradora de la tradición oral boliviana desde su niñez. Ella se dedica a la conservación de las técnicas textiles de tradición indígena; según ella misma nos declaraba “miles de manos son remplazadas por una máquina y mucha gente se queda sin empleo, así empieza una migración hacia la ciudad que genera todavía más problemas.”
Sobre la migración campo-ciudad habla así mismo la instalación china “Museum of Migrant Workers” titulada Instalación de un museo precario; ha sido
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recreada a escala 1:1 una cas a típica de trabajadores migrantes chinos; con las mismas dependencias, los objetos originales, puerta, ventana… Un espacio ínfimo, sin cuarto de baño ni cocina, espacio dónde generalmente vive una familia china de trabajadores migrantes. Trabajadores de las zonas rurales, que por falta de trabajo, se tiene que ir hacía las grandes ciudades para trabajar. El espacio vital medio por persona es de 4,5 mc, y el alquiler es más del 20% del sueldo (entorno a 150 euros al mes). El 80% de un millón de trabajadores con lesiones ocasionadas en el trabajo son migrantes: trabajan en entornos precarios, a menudo con sustancias tóxicas, polvo, ruido, humedad y altitud extrema, 15 horas al día sin jornadas de descanso. Conectada con la economía china es el cultivo masivo de soja transgénica en Argentina: el crecimiento de China motivó una mayor demanda de alimentos, así que en el 2008 el complejo sojero argentino concentró en China el 80% de sus ventas, importando desde este país el 50% de material eléctrico y mecánico, ordenadores portátiles, textiles, máquinas fotográficas y productos químicos. Con la soja transgénica en Argentina como protagonista se ocupa el artista porteño Eduardo Molinari, partiendo de la obra colonial La imposición de la casulla a San Ildefonso: “Las extrañas plantas de grandes dimensiones que aparecen en la parte baja de este cuadro me recuerdan las plantas manipuladas genéticamente del mundo rural sojero”.
Molinari, a través de su Archivo Caminante, busca las relaciones existentes entre arte, historia y política, recogiendo a través de un viaje en las provincias argentinas de Buenos Aires y Santa Fé la historia y los efectos de los cultivos masivos de soja transgénica en su país. La obra presentada en Principio Potosí es una memoria social titulada Los niños de la soja, niños utilizados como banderas en los campos de soja para indicar a los aviones donde lanzar el glifosato, un herbicida muy tóxico usado en elevadas cantidades sobre la soja. Trabajan desde el amanecer hasta la noche, bajo del sol, sin ningún tipo de protección. Además del problema de la intoxicación, provoca fuertes dolores a la cabeza y estómago, exceso de fluido en los pulmones, baja presión sanguínea, daño renal, etc., mucho más graves son los problemas que ocurren con el tiempo, en los adultos que fueron “niños bandera”y también en los habitantes de las zonas de cultivo de soja transgénica (más de 16 millones de hectáreas): abortos espontáneos, malformaciones de los recién nacidos, cáncer, problemas de la piel, de la vista, de los pulmones, del corazón, son algo corriente.
En el proyecto de la exposición está también como protagonista la manipulación de obras bolivianas situadas en iglesias rurales de difícil acceso y con un estado de conservación muy grave, cuya restauración ha sido posible gracias a la financiación de la Agencia Españo de Cooperación Internacional para el Desarrollo. En Bolivia, un país con muchos problemas, falta el dinero para la restauración y dónde las obras de arte se encuentran en un estado de conservación muy grave, como la Virgen de Chuchulaya, que ha sido salvada milagrosamente de un intento de robo, ha sido restaurada por el restaurador Carlos Rúa del Ministerio de Cultura de La Paz. Otras obras coloniales, como El Cristo de las cruces y Santiago battallando con los moros, han sido restauradas por el Departamento de restauración del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. Esperamos que esta exposición sea un estímulo para el nacimiento y desarrollo de proyectos y financiaciones que tengan como objetivo la conservación y la restauración del patrimonio cultural de los países latino-americanos, depositarios de una gran cultura y un alto número de obras desconocidas, pero de un alto valor artístico.
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